tejido conectivo

‘¿Para qué demonios necesita el cerebro tantísima energía?’

El laboratorio de Álvaro Pascual-Leone en Boston trabaja en la plasticidad del cerebro

Revela su hipótesis sobre la ‘energía oscura’: 

No es autoconsciencia, cuida la salud

ADOLFO PLASENCIA Boston (EEUU)

Los misterios del consumo de energía del cerebro

El neurólogo Marcus E. Raichle publicó en Science en 2006 un artículo llamado ‘La Energía oscura del cerebro’.

«Es un problema de mucha dimensión», apunta Pascual-Leone, «déjame que te dé cifras para que tengas idea de la magnitud del asunto. El cerebro es aproximadamente un 2% del peso del cuerpo humano. Sin embargo, consume un 20% de la energía del organismo humano. Eso, en sí mismo, es llamativo. ¿Para qué demonios necesita tantísimo?«.

La contestación habitual es: porque gracias al cerebro nos relacionamos con el mundo externo. «Sin duda eso es cierto», apostilla, gracias al cerebro somos capaces de ver. William James, padre de la psicología moderna, a quien Raichle cita en el artículo, sugiere que nosotros vemos con los ojos, y oímos con los oídos, pero eso no es cierto. Nuestros ojos captan una imagen, una información que envían al cerebro y vemos con el cerebro. Lo mismo con los oídos. Ojos y oídos serían como ‘dispositivos’ de entrada. Cuando pensamos en ‘dispositivos’ de entrada es como si tuviéramos dos camaritas (los ojos) y dos ‘microfonitos'(los oídos), pero eso no es cierto, tampoco. Nuestro ojo no es una cámara que envía todo lo que tiene delante, sino que tiene expectativas. Es una cámara que ve sólo aquello que tú miras, solo ves aquello que tu cerebro quiere, que espera que veas. Tanto es así que nuestros ojos reciben mucha más información de la que realmente vemos«.

 

«Cuando aprendes algo o te relacionas con un grupo social, tu cerebro cambia»

Gran parte de la energía que consume el cerebro, por tanto «no tiene que ver con la información que entra sino con la que quiere inhibir» revela el científico español, «el cerebro gasta una enorme cantidad de energía en inhibir información que le entra». Y surge otra pregunta: para qué deja que entre tanta información. Por qué no filtrarla. «No sabemos por qué, pero no la filtra. La inhibe luego. Y, en parte tiene un efecto, no está totalmente inhibida. Pues, aun considerando ese gasto de energía para inhibir, solamente un 2%, más o menos de la energía, un 1% dice Raichle, la gasta el cerebro en su relación con el mundo externo. O sea, el 19% del gasto de energía de todo el cuerpo está dedicado a un órgano que no sabemos para qué lo usa.

Eso es más, mucho más, de lo que gasta tu corazón, tu hígado, tu páncreas y todos juntos. Es una cantidad enorme…¿para qué la usamos?»

Esa es la que Marcus llama ‘la energía oscura’ del cerebro. «Una de las hipótesis más frecuentes ahora es que eso tiene que ver con la capacidad de auto-referencia, la concepción del yo, la conciencia, etcétera», dice Pascual-Leone, «pero yo creo que no es así. Quizá tenga que ver con eso, pero si tiene que ver, será como accidente. Desde el punto de vista de la evolución, el cerebro, no está diseñado para eso. Quizá resulta que gracias a que se diseñó así, la casualidad provocó el que nos hiciéramos autoconscientes, pero en realidad se diseñó para controlar y regular todo el organismo. Yo creo que ésa energía es ‘oscura’, solamente porque no sabemos todavía, con seguridad, a qué la dedica el cerebro, pero dejará de serlo. Llegaremos a saber para qué se usa. A mí me da la impresión de que la utiliza para apoyar un papel crítico y fundamental que tiene el cerebro para regular organísticamente la homeostasis del organismo del individuo, o sea, la salud, en el sentido más general en el individuo”.

Sus últimos campos de investigación

«Durante mucho tiempo», explica Pascual-Leone, «hemos estado en mi laboratorio dedicados a la pregunta de cómo guiamos la capacidad plástica del cerebro; la capacidad del cerebro de adaptarse, de cambiar en relación con la enfermedad o con experiencias, aprendizajes, o con vivencias. Hemos desarrollado métodos para medir eso y hemos demostrado, como también han hecho otros, que el sistema nervioso es plástico, pero no en el sentido de que uno puede ‘enchufar’ la plasticidad y ponerla en marcha, sino que está cambiando siempre y que, sus cambios, pueden devenir en un beneficio o en un perjuicio para un individuo concreto. Hemos aprendido mucho y con resultados muy interesantes».

Cuando un sujeto aprende algo, cuando tiene una percepción, realiza una acción en el mundo externo, o cuando tiene un grupo social con el que se relaciona, eso cambia su cerebro. «Sin embargo sabemos que el 98% del gasto de glucosa, de energía del cerebro está dedicado, no a la relación con el mundo externo, sino al mundo interno, a pensar, a vislumbrar a hacer hipótesis sobre qué va a pasar. También está dedicado a monitorizar los órganos internos del propio organismo».

El cuerpo es más sano con una mente sana

Y la pregunta es: si cuando yo me relaciono con el mundo externo mi cerebro cambia, cuando mi cerebro está interaccionando con mi interior, con mi páncreas, ¿está también cambiando?¿Y si mi páncreas cambia porque genera más insulina porque tengo diabetes o pancreatitis, eso cambia también mi cerebro?¿Y si cambia mi cerebro, ese cambio actúa sobre mi páncreas de nuevo? Y a la postre, lo que eso supone es la idea de que la mente es más sana en un cuerpo sano (mens sana in corpore sano), a lo mejor el cuerpo es más sano con una mente sana. El impacto del cerebro sobre el cuerpo sería algo bi-direccional, de modo que si se mantiene una función cognitiva plena y flexible a lo largo de toda una vida, se tendrá mejor salud.

«A lo que estamos dedicados desde hace unos años y, cada vez más, es al estudio de la plasticidad cerebral en relación con el medio interno, a la relación organísmica con el cuerpo y al concepto de si la salud cerebral en el sentido de función cerebral óptima se traduce en un mejor control de salud global. Dicho de otra manera: ¿si tú tienes una capacidad cerebral mayor, eso se traduce en tienes un mejor control de tu diabetes?¿vas a tener un mayor control de tu hipertensión?¿Va a tener menos riesgo de demencia?¿vas a sobrellevar mejor el autismo que tienes o tu depresión? Los datos que tenemos es que la plasticidad cerebral tiende a disminuir a lo largo de la vida en todos nosotros, pero que hay múltiples eventos, desde falta de ejercicio hasta dieta inadecuada, o no duermes lo suficiente, y todo eso hace que tu plasticidad sea aun peor. Y si es peor, si eso redunda aumentando tu riesgo de tener, de nuevo, peor control de tu diabetes, hipertensión, peligro de demencia», responde Pascual-Leone.

«El reto en el que estamos es el entender esas relaciones para desarrollar intervenciones que modifiquen, restauren, rescaten la plasticidad cerebral de ese individuo para que todo ese proceso entre en un ‘circulo virtuoso’. Hemos desarrollado métodos para medir esa capacidad plástica cerebral de cada individuo, en vivo, en humanos. Es un reto enorme porque eso impacta el bienestar de cada uno, de todos los humanos: tiene que ver con una acción preventiva para todos, para mi padre, para mí, para mis hijos, independiente de una enfermedad u otra de que se trate. Ese en el que estamos, es un reto tan enorme que lo es para el resto de mi vida académica».

 

 

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